DIGITALIS en verso

La digital es una planta alpina, que algunos han llamado dedalera, mas cada cual la llame como quiera: en latín o en cristiano es medicina. Se debe al arte de una curandera que la usaba en su fórmula secreta, y aunque la vieja fuese una cateta curaba bien y no fue trapacera. En lugar de ponerse a hacer calceta, estudiaba las hierbas de su tierra y curaba la ascitis más gamberra si la función cardiaca era incompleta. Bueno, pues esta planta de la sierra es un emblema de la homeopatía: de ella se sirve bien la alopatía según los semejantes y no yerra. “Abandonemos la menudería –oigo al lector cargado de razón–; centremos el discurso en la cuestión: patogenesia y menos tontería.” Muy bien, por lo que va pido perdón y accedo raudo a lo que se me pide, mas no pienso deciros cuánto mide la planta desde el suelo hasta el florón. Diré a continuación, si no lo impide algún lector pensando que me excedo, que la flor tiene forma como un dedo, aunque eso al prescribir nada decide. Pero hay más: según dijo, y yo lo credo, don Constancio[1], que el tema conocía, el fruto de la planta parecía un corazón; ¡el símbolo es de miedo! Ya, ya lo sé; por Dios, qué letanía con esto de que siempre vaya al grano ni que fuese a pasar todo el verano diciendo tontería tras tontería. A Digital la agrava un puro habano, y se ahoga por mínimo ejercicio; el estar acostado es un suplicio, y para caminar debe ir pïano. Duerme muy poco y no es por ningún vicio; de día lo vemos siempre soñoliento (en un aparte: tiene mal aliento), y sueña que se cae de un precipicio. Sus temores los digo en un momento: la muerte, la tormenta, la locura, el porvenir (que no es cosa segura) o que le falte el aire (acabamiento). Vive también la sensación oscura de que se detendrá su corazón si él se mueve: se ve que no hay razón, mas lo tiene por cosa muy segura. El pulso (¡me olvidé del lexicón!)[2] es débil, lento y muy irregular, signo que siempre debes recordar pues tiene más enjundia que el jamón. Digitalis no tiene buen yantar, pero la sed es síntoma importante, y acostumbra a pedir –¡qué interesante!– las bebidas amargas en el bar. Tiene una sensación debilitante en epigastrio, de mortal vacío; el comer deja el caso sin avío: ojo que éste es un síntoma importante. Han dicho los antiguos, y me fío, que esta planta magnífica curaba al paciente meníngeo, si aquél daba un grito que causaba escalofrío. si hay cianosis será ya la caraba con la debilidad y hasta el edema, desmayos y colapso. Este poema se alarga ya más de lo que pensaba. Recuerda finalmente que hay un tema que debiera ser siempre recordado: piensa que su proyecto ha fracasado, y se siente culpable: es su problema. Y para recordar lo recitado, sólo un cuarteto (o dos, según el estro): primero el corazón, eso es lo nuestro: tiene edemas, disnea y está cansado. Hígado dilatado (lado diestro) en un cardiopatá (¡Testa la mía, había olvidado la hepatopatía! Hoy tendré que rezar un padrenuestro). En fin, ya me pasé, me lo temía, mas si tienes paciencia otro momento, pretendo acabar ya con este cuento, y podrás ir a casa (y yo a la mía). Sed. Stop. Somnolencia. Stop. Aliento. Insomnio. Stop. Temores (no los cito). Amargos. Meningitis. Solicito otro poco de aguante: sí, lo siento. Pulso. Stop. Anda siempre despacito. Colapso. Stop. Cianosis. Y ese sueño que ya olvidaba (y no frunzas el ceño) de caer como auténtico precito. Termino (y reconozco ser un leño). Seis y no dos han sido los cuartetos. Serás siempre acreedor a mis respetos pues tienes más paciencia que un paceño. Notas [1] El doctor don Constancio Moreno Bartolomé fue un originalísimo médico homeópata que vivió en Sevilla hasta los ochenta del siglo pasado. Escribió dos obras no menos originales que él mismo: Ley preventiva y curativa de materialización de lo patógeno. Edición del autor. Sevilla, 1951, y No pierdas vida y no enfermarás. E.C.E.S.A. Sevilla, 1973. En la primera de ellas, señala la semejanza, no sólo dinámica sino también morfológica, entre la digital y la víscera cardiaca, haciendo notar que el fruto de la planta es similar, en su forma, a un pequeño corazón. [2] Siguiendo su inveterada (y pésima) costumbre, el autor pone de manifiesto sus miserables dificultades con la rima. Autor: Dr. Emilio Morales. Publicado en Doctor Similo, los ripios de la materia médica homeopática. Editorial Mínima.

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