ÁURUM METÁLLICUM en verso

Es la historia del oro tan larga, tan antigua y tan compleja, que sería desdoro dármelas de Calleja sólo por ocupar la candileja. De modo que, doctores, pasaré sin demora a lo que importa; lo haré de mil amores por la parte más corta que es la que al homeópata conforta. Deprimido profundo, el oro es el remedio más suicida; aburrido del mundo, espera en la otra vida disfrutar de la dicha prometida. Quisiera ser perfecto en cualquiera que fuese su tarea, pero, siendo tan recto, piensa que chapucea, y se siente culpable y se solfea. Siente que cada amigo lo abandona cuando él lo necesita. Se pone a hablar consigo porque eso lo encabrita y su resentimiento desorbita. Hay temor del fracaso en lo se propone o lo que emprende; pero, siendo éste el caso, el mejorar depende de sentir que el trabajo tiene duende. Tiene miedo a la gente, y de las multitudes abomina. En el corazón siente la péctoris angina; también se degenera y se atocina. Sobre el tejido hueso posee el oro un efecto en sobredosis hay lesiones de peso pues presenta exostosis, o está como cariado, o con flogosis. Dolores “mercuriales” que dependen de lúes o de reuma, de fortaleza tales que, dicho a vuelapluma, son de la intensidad llamada suma. Nos dice el doctor Allen[1], que en niños con testículos pequeños (pues las hormonas fallen), si además son cenceños, puede solucionar ese pergeño. Remedio de la noche se agrava del crepúsculo a la aurora. Mejora al ir en coche, o cuando, sin demora, se mueve o se... (¿qué pongo yo aquí ahora?) Te doy por enterado, pero insisto: el trabajo le conforta (más si está concentrado). Lo dije por la corta: este ripio al comienzo lo reporta. Encontramos glaucoma, opacidades varias, queratitis, coroiditis, leucoma, hemiopía, iritis, (tal vez en relación con su carditis). No me extiendo en locales, que semejantes son a lo que muestro. Encontrarás los tales en el acervo nuestro: de esa fuente beber te hará maestro. Y por favor, anota la perfección del oro y el suicidio. No tomes a chacota el enorme fastidio del que siente esta vida cual presidio. Y no olvides tampoco la acción que el oro sobre el hueso tiene, el dolor, que no es poco, y que nada detiene salvo Áurum (el remedio que conviene). Se pone furibundo al sentir su abandono, que es muy fuerte. Está meditabundo, pues tiene mala suerte, y no ve más salida que la muerte. Corazón, huesos, ojo, son los tropismos más interesantes. (No mires de reojo, que no acabaré antes porque tus gestos sean desesperantes). Con Áurum tú podrías impedir varias muertes prematuras; pero si no te fías y el suicido conjuras recurriendo a más medios, te aseguras. Y te dejo tranquilo porque no es necesario hacer la glosa pues si has seguido el hilo de esta rima afanosa sabrás ya más o menos de la cosa. [1] Éste es uno de esos raros momentos en los que conviene que olvides tu excelente pronunciación inglesa. Autor: Dr. Emilio Morales. Publicado en Doctor Similo, los ripios de la materia médica homeopática. Editorial Mínima.

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