CRITERIOS DE APLICACIÓN DE LAS POTENCIAS LM Y OBSERVACIONES PRONÓSTICAS

El uso de las potencias LM es poco habitual entre los homeópatas, sin embargo, muchos médicos sienten interés por conocer sus criterios de aplicación. Durante los últimos años he comprobado una demanda creciente en este sentido y también he constatado la falta de conocimiento general sobre este tema. Hahnemann dedicó cincuenta y tres años de su vida a buscar una terapéutica que cumpliera el objetivo de curar de forma suave, permanente y duradera. En la sexta edición del Órganon aparecen las últimas aportaciones al método homeopático que hablan de la eficacia del nuevo método basado en la aplicación de las potencias LM. A pesar de que no tuvo mucho tiempo para experimentar este tipo de potencias, la realidad es que las bases teóricas para su aplicación aparecen esbozadas en esta sexta edición. Partiendo del referente teórico propuesto por Hahnemann y con una experiencia práctica de casi veinte años, vamos a plantear algunos criterios básicos para indicar las potencias LM. Para una correcta prescripción homeopática hay que buscar el medicamento adecuado, el más semejante al caso, pero la relación de semejanza se establece no sólo con la sustancia que elegimos, sino también con la potencia justa y la dosis correcta, capaces de poner en marcha la ley de curación en el paciente. Si la potencia es muy elevada o la dosis es excesiva, el medicamento homeopático puede provocar una reacción muy molesta que no puede desplazar a la enfermedad original. Podemos concluir entonces que como simillimum sólo puede actuar aquella sustancia más semejante en sus síntomas al cuadro de enfermedad que presenta el paciente, pero que se indica a la potencia apropiada y en la dosis justa para que no pueda provocar una reacción excesiva de síntomas primarios. Potencia y dosis forman un conjunto energético único y constituyen otros aspectos de la ley de la semejanza, que han de ser valorados después de elegir el medicamento más homeopático al caso. Potencia y dosis son dos variables distintas, por tanto esbozaremos los criterios para cada una de ellas.
I. Elección de la potencia LM en la primera prescripción Hahnemann pone dos condiciones para lograr la curación: primera, que la medicina seleccionada sea la más homeopática al caso y segunda, que se administre a la dosis más pequeña, con la energía suficiente para provocar cambios en la fuerza vital sin ocasionar desórdenes inapropiados. También aconseja que la dosis se repita en los intervalos que la experiencia enseña, de modo que la curación se pueda acelerar todo cuanto sea posible[1]. La potencia justa, cantidad necesaria y frecuencia en la repetición, son parámetros que están en relación con dos variables: - La individualidad morbosa del paciente y su situación vital. - La percepción del médico de lo que hay que curar y cual es la dosis necesaria en cada caso. Algunos autores proponen empezar por la potencia 1 LM y subir de uno en uno en todos los casos, sin tener en cuenta las peculiaridades de cada paciente. Pero el arte en homeopatía es el recto conocimiento y el adecuado manejo de la técnica homeopática que adquiere el médico y que le capacita para adecuar el método a cada caso particular. Por este motivo, no podemos presentar un esquema rígido y uniforme de aplicación de las potencias LM sin valorar en cada paciente lo que pueda ser más adecuado a su situación. Vamos a señalar algunas variables que pueden orientarnos acerca de la potencia más apropiada para iniciar un tratamiento, teniendo en cuenta que cada enfermo tiene una potencia y una dosis adecuada, tanto en cuanto a cantidad como en cuanto a frecuencia. La potencia LM con la que debemos empezar la prescripción de un caso es aquella que mejor se ajusta al paciente teniendo en cuenta todas sus variables individuales: edad, situación vital, antigüedad de la enfermedad y plano de manifestación de la misma, grado de sensibilidad del enfermo, complejidad miasmática del caso, grado de homeopaticidad, y por último, teniendo en cuenta, si la enfermedad es aguda o crónica. Edad: En general los niños necesitan una potencia más baja para iniciar el proceso de curación y también dosis menores. Situación vital del paciente: No todas las personas tienen el mismo grado de vitalidad. Aunque es un parámetro difícil de cuantificar hay rasgos físicos que nos pueden orientar. Es importante hacer una observación minuciosa del paciente y sentir la expresión de su vitalidad a través de todo su aspecto y de sus gestos. Si consideramos que su vitalidad es buena podemos iniciar el tratamiento por una potencia más alta, si por el contrario determinamos que el paciente tiene poca vitalidad es mejor iniciar el tratamiento por una potencia más baja, una 3 ó una 6 LM e ir subiendo progresivamente después de evaluar la tolerancia al cambio de potencia. Antigüedad de la enfermedad: Cuanto más antigua es una enfermedad puede ser necesario una potencia más alta para iniciar el tratamiento. Plano de manifestación: Si la enfermedad afecta mucho al plano mental hay que empezar por potencias más altas. Si la afectación es mayor en el plano físico hay que valorar el grado de lesión, teniendo en cuenta si afecta a un órgano vital o más bien se trata de un caso funcional en el que podemos indicar una potencia más alta. Grado de sensibilidad del paciente: Este parámetro define mejor la dosis que la potencia. Aquellos pacientes que muestran mayor sensibilidad suelen tener una mejor respuesta al medicamento homeopático y por tanto necesitan potencias menores para experimentar cambios. Grado de homeopaticidad: A mayor homeopaticidad es posible empezar por una potencia más alta. Enfermedad aguda o crónica: En una enfermedad aguda vamos a necesitar potencias más bajas que serán administradas en dosis más frecuentes hasta que se produzca el cambio de los síntomas. En una enfermedad crónica necesitaremos potencias más altas que se irán subiendo progresivamente según la respuesta del paciente. Como conclusión podemos señalar algunas directrices encaminadas a elegir la potencia más adecuada para una primera prescripción: Potencia más baja: - Cuando se trata de un niño. - Cuando el enfermo muestra signos de escasa vitalidad. - Si la enfermedad tiene un componente lesional importante que afecta a órganos vitales. - Si el enfermo es muy sensible o tiene una historia previa de intolerancia a los medicamentos. - Si es una enfermedad aguda. Potencia más alta: - En un adulto. - En una persona con gran vitalidad. - Si la enfermedad es muy antigua. - Si ha recibido tratamiento alopático por largo tiempo. - Si hay mucha implicación mental. - Si el caso presenta una gran complejidad miasmática. - Si la homeopaticidad es alta.
II. Elección de la dosis en la primera prescripción Este es otro parámetro complejo en el que también hay que tener en cuenta algunas variables ya que el manejo adecuado de la dosis permite controlar la agravación. Hahnemann consideraba que determinar la dosis suficiente en cada paciente no es una tarea fácil. En el parágrafo 278 del Órganon se cuestiona cuál es el grado de pequeñez más apto para producir efectos reparadores. Determinar la dosis justa no es algo susceptible de especulación teórica, de modo que descarta la sistematización y deja a la observación de cada caso individual la resolución apropiada. En el Tratado de las enfermedades crónicas Hahnemann expone que “la increíble diversidad de individuos y muchos otros factores aportan necesariamente grandes diferencias en el tratamiento y por consiguiente en la elección de la dosis”[2]. Dosis es la cantidad de medicamento que se indica en un doble aspecto: cantidad de glóbulos o volumen y repetición o frecuencia en el tiempo. La dosis apropiada es la cantidad mínima capaz de suscitar una respuesta en la vitalidad del paciente encaminada a la curación de la enfermedad. El perfil individual condiciona la dosis que se convierte así en otro aspecto más de la ley de la semejanza. Cuando indicamos potencias LM caben varias propuestas. Desde los pacientes que toman el medicamento diariamente hasta quienes lo toman en dosis única de un solo glóbulo cambiando la potencia cada 15 ó 20 días. Hay que tener muy claro que no es lo mismo tomar un glóbulo que tomar varios o tomar una gota que dos o más. La cantidad de medicamento que toma un enfermo condiciona la respuesta que puede tener. Podemos observar agravaciones intensas provocadas por exceso de dosis y también que no se produce la mejoría suficiente por no indicar mayor dosis (cantidad y/o frecuencia). Al indicar potencias LM es muy importante manejar adecuadamente la dosis para obtener buenos resultados sin agravaciones molestas. Las dosis deben adecuarse a cada caso individual teniendo en cuenta las mismas variables mencionadas para elegir la potencia. Edad: Los niños requieren en general menos dosis que los adultos. En ellos podemos indicar dosis única de un glóbulo diluido en dos cucharadas de agua cambiando la potencia cada 15 ó 20 días. Si la enfermedad está muy interiorizada o se trata de un caso muy crónico, puede necesitar la forma diluida en días alternos con algún descanso para el cambio de potencia y para observar la evolución. Situación vital: Si hay poca vitalidad es mejor dar dosis única cambiando la potencia cada 15 ó 20 días. Si el paciente tiene buena vitalidad también va a tener mejor respuesta y por ello precisar una dosis menor, sobre todo si la enfermedad es reciente o asienta en planos más externos como la piel. Si tiene buena vitalidad y la enfermedad es más antigua y más interna es mejor dar la forma diluida y de manera más frecuente. Antigüedad de la enfermedad: En general una enfermedad más antigua va a requerir más dosis del medicamento teniendo en cuenta la vitalidad del paciente. Tal como señala Hahnemann en el parágrafo 248 del Órganon en las enfermedades crónicas la medicina elegida correctamente se puede repetir diariamente durante meses con beneficio creciente. Plano de manifestación de la enfermedad: Si la enfermedad tiene mucha sintomatología mental puede requerir una dosis más frecuente pero siempre valorando el grado de sensibilidad. Si hay una afectación lesional importante es mejor empezar por dosis única valorando la respuesta. Si la enfermedad está muy localizada en la piel también es aconsejable empezar por una dosis única y observar la evolución. Sensibilidad del paciente: Si el paciente es muy sensible será mejor indicar dosis única. Si por el contrario percibimos escasa sensibilidad o es un enfermo que ha tenido muchos tratamientos alopáticos, es mejor indicar más cantidad. Enfermedad aguda o crónica: En una enfermedad aguda es necesaria la repetición del medicamento con más frecuencia hasta que los síntomas empiezan a remitir. Tanto la potencia como la dosis ofrecen diversidad de variables y posibilidades, todas ellas hay que valorarlas adecuadamente. No se puede aplicar la LM con esquemas rígidos. Hay que tener en cuenta la riqueza de una técnica que ofrece tal diversidad de combinaciones que es susceptible de adaptarse a casi todas las situaciones.
II.1 Indicación de la dosis Las potencias LM se pueden indicar en dosis única de un glóbulo seco que se toma por vía sublingual o diluido en un poco de agua. Si indicamos la forma diluida entonces el glóbulo se diluye en una solución alcohólica al 5 ó 12% en 20 c.c y en frasco de 30 c.c. Es importante que quede libre un espacio para sucusionar la solución antes de cada toma. La dilución se indica en dosis de una gota en una cucharada de agua y con una frecuencia variable que puede ser diaria o alterna. Si el paciente experimenta algún tipo de reacción entonces se puede diluir la gota en 5 ó 10 cucharadas de agua. Si aún así todavía tiene reacción entonces se puede diluir 1 gota en 1 cucharada de agua, de ahí extraer 1 gota a otra segunda cucharada y así sucesivamente. Este método de dilución progresiva permite controlar la reacción debida a una dosis excesiva. El cambio de potencia se puede hacer cada 15 ó 20 días si se toma en dosis única o diariamente en la forma diluida, pero si son tomas alternas se puede marcar un descanso entre una potencia y otra de 7, 8,ó 10 días. Al tomar la dilución es importante dar 8 ó 10 sucusiones antes de cada toma para modificar cualitativamente cada nueva dosis tal como Hahnemann indica en el parágrafo 248. En enfermedades agudas se indica la forma diluida repitiendo la dosis según lo requiera la gravedad del caso. III. Observaciones pronosticas con las potencias LM La evolución de los síntomas en el paciente es un indicador de la respuesta vital a la acción del medicamento homeopático, por tanto, es necesario valorar las modificaciones que experimenta el enfermo para seguir indicando la potencia y la dosis adecuada. Las observaciones pronósticas son el conjunto de posibles respuestas que podemos encontrar en los pacientes después de iniciar un tratamiento con las potencias LM. Algunas fueron señaladas por Hahnemann en la sexta edición del Órganon. Una diferencia fundamental de lo que observamos cuando indicamos este tipo de potencias es el momento en el que aparece la agravación. Mientras que al usar las CH podemos esperar la agravación inicial, con las LM la verdadera agravación homeopática debe producirse al final, tal como Hahnemann señala en el parágrafo161 cuando dice que “tal incremento de los síntomas originales de una enfermedad crónica puede aparecer solamente a la finalización del tratamiento, cuando la curación ha sido casi o totalmente lograda”[3]. En el parágrafo 248 corrobora esto mismo y aconseja suspender el tratamiento cuando nos encontramos en esta situación. Esta agravación final es la situación ideal que todo homeópata desea encontrar cuando está aplicando las potencias LM. Las observaciones pronósticas son un tema complejo porque responden a situaciones diversas. Vamos a simplificarlo dividiéndolas en dos apartados, cada uno de ellos corresponde a una fase distinta del tratamiento. III.1 Observaciones pronósticas al inicio del tratamiento con potencias LM
1ª Observación: mejoría general del paciente sin agravación. Si el medicamento es el adecuado y lo indicamos en la potencia justa y la dosis correcta se produce una mejoría del estado general, de los síntomas guías y auxiliares. Hay una mejoría progresiva que nos permite incrementar la potencia del medicamento y mantener la misma dosis mientras los síntomas no aconsejen lo contrario. 2ª Observación: mejoría del estado general y los síntomas guía pero sin cambio en los síntomas auxiliares. Esta situación aconseja esperar y subir la potencia hasta que podamos observar cambios en los síntomas auxiliares. Normalmente no se produce una mejoría de todos los síntomas a la vez, la evolución se produce de forma paulatina, según se incrementan las potencias del medicamento. 3ª Observación: no hay ningún cambio en los síntomas. Hay que tener en cuenta que la potencia puede ser demasiado baja o la dosis demasiado exigua, pero también hay que valorar si hay algún obstáculo a la curación. Puede ocurrir que no haya transcurrido el tiempo suficiente para que el paciente experimente la mejoría. Si estamos convencidos del medicamento habrá que esperar o bien hacer una investigación más sutil para ver si hay algún cambio. En ocasiones los indicios de mejoría no los encontramos en los síntomas que motivaron al paciente a tratarse con homeopatía. Es importante investigar el sueño, el ánimo y otros aspectos que deberán ser revisados para reafirmar que efectivamente no hubo ningún cambio. Por supuesto que si vamos subiendo las potencias y el enfermo no experimenta ninguna mejoría habrá que revisar el cuadro para modificar el medicamento. 4ª Observación: aparición de síntomas nuevos. Hahnemann señala en el parágrafo 249 que la medicina causante de nuevos síntomas perturbadores que no pertenecen a la enfermedad que se intenta curar, no va a producir una mejoría real y debe ser neutralizada por un antídoto. En el parágrafo 256 insiste en que si el enfermo menciona algún síntoma nuevo es señal de que la medicina no es la más homeopática al caso. Los síntomas nuevos aparecen por efecto primario sobre la fuerza vital de un medicamento equivocado que no se corresponde con los síntomas del paciente. Sin embargo, proponemos un análisis más detenido de esta situación. Si los nuevos síntomas pertenecen al medicamento, no son graves y el paciente experimenta una mejoría en los síntomas guías, entonces se puede interrumpir la toma del remedio y observar lo que ocurre. Si los síntomas van desapareciendo entonces hay que disminuir la dosis, bien pasando a dosis única o bien diluyéndola progresivamente. Si la aparición de síntomas nuevos no viene acompañada de ningún tipo de mejoría, entonces se ha indicado un medicamento erróneo que será incapaz de actuar sobre la enfermedad. 5ª Observación: agravación de todos los síntomas. En el parágrafo 275 Hahnemann señala que si prescribimos una dosis demasiado fuerte de una medicina homeopática al caso, resultará dañina por la impresión demasiado intensa sobre la fuerza vital. En el parágrafo 282 también señala que el incremento al inicio de los síntomas mórbidos originales indica una dosis excesiva. Ante la agravación de los síntomas guías al inicio debemos valorar varias posibilidades: - Potencia demasiado alta. - Dosis excesiva, tanto por la cantidad como por la frecuencia. - Paciente hipersensible.
Si iniciamos un tratamiento homeopático con una potencia muy alta para un caso dado, podemos encontrarnos con una agravación intensa de todos los síntomas. También podemos encontrar una agravación así cuando la dosis es excesiva. Una situación diferente es la que podemos encontrar con un paciente hipersensible, en el que es muy difícil prever su reacción. 6ª Observación: mejoría subjetiva y del estado general del paciente con agravación de algunos síntomas auxiliares. En el parágrafo 253 Hahnemann manifiesta que entre los signos que nos informan sobre el comienzo de una leve mejoría o agravación, el más certero es el estado mental del paciente y su comportamiento íntegro.
Si el enfermo refiere una sensación de bienestar general, con un cambio favorable en el ánimo y en el carácter, aunque haya agravación de algunos síntomas, no podemos dudar acerca de que el remedio es el correcto, si bien hay que ajustar la dosis que puede ser excesiva en este caso y constituir la causa de la agravación de los síntomas auxiliares. III.2 Observaciones pronósticas en el transcurso del tratamiento 1ª Observación: Detención de la mejoría. En un momento determinado el proceso de mejoría que experimentaba el paciente se detiene. En este caso hay que retomar la historia y valorar un cambio de medicamento, indicando entonces el que aparezca como más apropiado a la nueva situación. El medicamento indicado al principio pone en marcha un proceso que puede tener varias fases. En alguna de ellas puede ser necesario hacer un cambio en el medicamento que deja de provocar una reacción de curación en la fuerza vital del paciente. En los parágrafos 183 y 184 Hahnemann indica que cuando la primera medicina deja de provocar un efecto benéfico, debe procederse a un nuevo examen del caso buscando un remedio apropiado para los síntomas que van quedando. 2ª Observación: Detención de la mejoría en los períodos de descanso. El paciente mejora mientras toma el medicamento pero en los períodos de descanso aparecen de nuevo los síntomas. En este caso hay que aumentar la frecuencia en la toma del medicamento y suprimir dichos descansos. 3ª Observación: Retorno de síntomas antiguos. Esta es una situación que nos indica que vamos por buen camino. El medicamento es el adecuado y debemos seguir incrementando la potencia observando la intensidad con la que aparecen estos síntomas de retorno. Puede ser necesario disminuir la dosis del medicamento. 4ª Observación: Dirección equivocada de los síntomas. Si nos encontramos con una mejoría de síntomas superficiales del paciente mientras se produce una agravación general, entonces podemos valorar que hay una profundización de la enfermedad que indica un medicamento erróneo. Debemos retomar el cuadro y actuar de inmediato porque no estamos en la dirección de una verdadera curación. 5ª Observación: Agravación de los síntomas después de una prolongada mejoría. Si el paciente ha mejorado progresivamente desde el inicio del tratamiento y en un momento determinado, después de un tiempo de estabilidad en la mejoría, aparecen los síntomas originales de la enfermedad, entonces nos encontramos en la situación ideal, el objetivo que debemos alcanzar al indicar las potencias LM. Hahnemann señala en diversas partes del Órganon que el incremento de los síntomas originales de la enfermedad aparece al final, cuando la curación ha sido lograda. Esta es la verdadera agravación homeopática y en este caso debemos suspender el medicamento porque el paciente experimentará una mejoría progresiva que aumenta aún más al retirar el medicamento. 6ª Observación: Enfermedades agudas. Si en el transcurso del tratamiento de una enfermedad crónica aparece un cuadro agudo, debemos interrumpir el tratamiento y ocuparnos de la nueva situación, prescribiendo el medicamento homeopático al caso. Puede ocurrir que el cuadro agudo sea una agudización del crónico. En este caso podemos indicar el mismo medicamento en una potencia más baja. Cuando tratamos un cuadro agudo podemos observar una agravación en las primeras horas que será tanto más leve cuanto menor sea la dosis de la medicina. El uso racional de esta escala, última aportación de Hahnemann a su método, proporciona al médico homeópata una herramienta importante porque ofrece una mayor amplitud, en cuanto a la elección de la potencia del medicamento, y múltiples formas de adaptar la dosis a la reactividad vital de cada paciente. Notas [1] Cfr. Parág. 248 del Órganon, sexta edición. Edit. Porrúa. [2] HAHNEMANN, S. (1991). Tratado de enfermedades crónicas. Traducción de Ana Reig. Edic. de la Academia de Homeopatía de Asturias. Oviedo. Pág. 21. [3] HAHNEMANN, S. (1984). Órganon de la medicina racional, 6ª edición. Traducción de J. C Torrent. Edit. Porrúa. México. Pag. 195.
Autora: Dra. Inmaculada González-Carbajal García. Oviedo, enero 2006.
Presidenta de la Academia de Homeopatía de Asturias (AHA). Presidenta de la Federación Española de Médicos Homeópatas (FEMH).
Ponencia presentada en el II Congreso Nacional de Homeopatía. Tenerife, 28 Abril a 1 Mayo de 2006.
Publicado en la Revista Española de Homeopatía, primavera 2007. 19: 27-32.

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